(Retorno a la Cartuja de Goya)

El primer libro sobre las pinturas de Goya en la Cartuja de Aula-Dei lo publicó Julián Gállego en 1975. Mi afición por el pintor de Zaragoza, que no de Fuendetodos, pese a quien pese, pues a los cinco años fue confirmado en San Gil de Zaragoza, se la debo al profesor Gállego.

Pero la mejor medicina, el mejor antídoto contra la goyitis aguda, se la debo también a él, porque Julián Gállego era quizá la persona que mejor conocía la vida y la obra de Velázquez.

Cuando Goya se pone pesado, el mejor remedio es buscar sosiego en los cuadros del Sevillano.

Así y todo, algo tienen en común, algún parentesco guardan los dos pintores mayores de la pintura española. Goya fue el primero que grabó e hizo estampas o grabados de los cuadros de Velázquez. Fue su primer fan dieciochesco.

Pero, el lector se estará impacientando por lo mucho que me cuesta meterme en harina goyesca.

portico

La Cartuja de Aula-Dei está cerca de Zaragoza, a unos diez kilómetros, y allí se curtió el mozo Goya como pintor de grandes murales, la mayor empresa que tuvo en toda su vida. La Cartuja estuvo abandonada en el siglo XIX y el rigor de los inviernos, las nieblas del río Gállego, perjudicaron de modo fatal varios murales comidos por el salitre, que los hermanos Buffet repintaron hacia 1900 con diseños nuevos, aunque es muy probable que siguieran las borrosas líneas maestras de las escenas goyescas.

No en vano, escribió con un aforismo estupendo, el tiempo también pinta. Los inviernos rigurosos, los pintores modernistas galos, los sucesivos restauradores de Aula-Dei, incluso los expertos, los goyistas con humos y los amateurs, todos queremos pintar en la Cartuja de Goya, y el cascarrabias de Burdeos se burla de todos nosotros, vosotros aquí no pintáis nada, pedantones.

He visitado la Cartuja este verano pasado con unos amigos de Oxford, que quedaron encantados por la magia del lugar y por las pinturas de Goya. Es como visitar a Piero della Francesca en Arezzo o las Estancias de Rafael en El Vaticano. En España es el único sitio similar en encanto y en belleza.

Mis anteriores visitas se remontan a la adolescencia, digamos hacia 1968, con unos quince años.

cuadro

En la escena de La Visitación llama poderosamente la atención un muro de color vino de Borgoña.

Es la casa de Zacarías, el esposo de Isabel, la prima de María. Zacarías tiene un porte, una prestancia, un empaque de profeta que emerge de la espelunca de un templo cretense. Es como otro cuadro, otra escena, dentro del tema del cuadro.

Un paréntesis mítico, por así decir, en la traza de la escena. El ojo del buen degustador de pintura se queda perplejo ante esa conjunción soberbia, del muro color carmín, color cereza vieja, color damasco fatigado, color de vino viejo, que a un fan de Rothko lo puede dejar turulato, mirando al Nilo, y del personaje misterioso, de barba fluvial, como un Homero amnésico que acaba de tropezarse con el Minotauro o con Polifemo en la caverna de su tenebrosa casa.

detalle

¿De dónde se sacó el joven Goya esa escena, en quién pensaba, porque por sí sola, vale la visita a la Cartuja de Peñaflor? Para mí es la cima del misterio de la Cartuja de Goya. Es como la primera escena naif y terrorífica a un mismo tiempo de las futuras Pinturas Negras.

zoom

Por cierto, en la cúpula goyesca del Pilar, yo he podido ver de cerca el San Lamberto (28 marzo 2007) un santo zaragozano con la cabeza en la mano, y es una figura espeluznante, pese a estar rodeada de santos en la gloria.

César Pérez Gracia