Blog sobre Francisco de Goya. Espacio de amistad que aglutine a todos aquellos amigos de Goya o de lo que representa Goya, a la manera de un club on line.

Real Goya

Los Goyas de la Económica (III)

Desde el siglo XVIII hasta nuestros días, el debate entre poder político y económico (servicio público, propiedad privada) domina el escenario europeo desde el Atlántico a los Urales, imponiéndose el segundo, en los últimos tiempos, a un poder político debilitado.  Simultáneamente, el poder cultural, tras el apogeo del Siglo de las Luces, se disipa poco a poco. Desgarrada entre valores laicos y moral religiosa, marginada por las filosofías de la desconfianza –marxismo, freudianismo, estructuralismo-, que ponen en tela de juicio la libertad del sujeto, la influencia cultural se restringe a la esfera privada, a la vida familiar y al tiempo libre.

Lo que era válido al alba del siglo XIX, no se ha visto desmentido al alba del XXI: el arte raramente es promovido por sí mismo, por lo que representa y supone. “Nuestros motivos ya no son inocentes”, reconocía –creo que en 1986- Philippe de Montebello, director entonces del Metropolitan Museum de Nueva York. Cabría preguntarse, únicamente desde una perspectiva pesimista, si alguna vez lo fueron. Porque paralelamente a las razones políticas, también las razones económicas han jugado constantemente un importante papel en toda actividad cultural.

Más de treinta años después de aquellas tres exposiciones iniciales de pura y dura catalogación y difusión, exposiciones que consiguieron atraer numerosísimo público, no solamente local y regional, sino también a especialistas en Goya de la  importancia de  un imborrable profesor Julián Gállego, una Manuela Mena o una Eleanor Sayre, entre otros muchos y  situados ya en un nuevo siglo, nos anuncian  ahora con gran publicidad que un bien nutrido y entusiasta grupo de profesores de la Universidad de Zaragoza, muchos de ellos, se responsabilizan de un nuevo proyecto al parecer muy ambicioso y globalizador, sobre la Sociedad Económica. La comisión de especialistas –Guillermo Fatás, Domingo Buesa, Guillermo Redondo, Eloy Fernández Clemente, Dolores Albiac, Guillermo Pérez Sarrión y José Francisco Forniés-, pronostican que será la gran exposición del año 2014 en esta ciudad, por encima de cualquier otra que nadie pueda mostrar -entendemos- y que en consecuencia distinguirá tanto la actividad cultural de Zaragoza, como la ineluctable repercusión externa a toda clase de escalas y que por supuesto contará con un catálogo-libro que, en consonancia, se supone que constituirá una publicación de referencia. En la convocatoria pública de la muestra se señala (sic) que “en el Patio de la Infanta vamos a mostrar nueve goyas que hasta ahora solo se han visto en fotografía” (¡). Veremos.

A este propósito, el de las grandes exposiciones, no podemos sin embargo dejar de citar aquí que hace ahora veinte años  se produjo un hecho especialmente singular, que llegaría a cambiar radicalmente el concepto de lo que son exposiciones históricas sobre la Ilustración y su coherencia interna. Me refiero a la figura singular de Jean Clair, seudónimo de un soberano historiador de arte francés, Gérard Régnier, que en calidad de director del proyecto y de su catálogo y que con la colaboración de Jean-Pierre Changeux, Michel Lemire, Jean-François Debord, Bruno Jacomy, Alain Mercier, Heinz Schott, Frédéric Charvet, Henri Bonnet, Laura Bossi, Roy Porter, Elisabeth Madlener, Claudio Pogliano, Philippe Sorel, Aaron Sheon, Pietro Corsi, Barbara Larson, Erika Krause, Peter Strasser, Anthea Callen, Anne Harrington, Philippe Comar, Alain Prochiantz, Jacqueline Carroy, Jean-David Jumeau-Lafond, Wieland Schmied, Mark Gisbourne, Germano Celant, Cathrin Pichler y Laurence Kahn  organizó y presentó en las Galerías nacionales del parisino Grand Palais una exposición , “L’âme au corps (arts et sciences  1793 – 1993”), verdadero hito a escala universal y que desde entonces constituye el canon que debe regir toda manifestación en el territorio que se nos anuncia en Zaragoza; es decir, en aquellas exposiciones , y publicaciones, que traten asuntos eruditos o científicos concernientes a la Ilustración y por tanto a la libertad del hombre y sus derechos, al estudio, al dibujo, el grabado y la pintura, a  la anatomía, a la academia, al hombre máquina, a los tiempos de la frenología, a la evolución, al hombre profético, a las emociones y el sueño y a la propia alma. Globalizadoras de cuantas iniciativas puedan considerarse como corrientes innovadoras, propias de la Ilustración.

Por supuesto, la canónica “L’ame au corps” estuvo acompañada de un catálogo-libro  en gran formato, de 560 páginas y excelentemente ilustrado, editado por empresas del prestigio de Gallimard y Electa. Un buen ejemplo de la influencia de dicho canon lo fue la muestra titulada “Mélancolie,( génie et folie en Occident)”, también dirigida por Jean Clair e igualmente presentada entre octubre de 2005 y enero de 2006 en  el Grand Palais parisino y más tarde (febrero a mayo de 2006) en  la Neue Nationalgalerie de Berlin.

Entre ambas, aunque quizás tomada un poco lateralmente, será interesante citar “La peinture comme crime, ou la part maudite de la modernité” que dirigida por Régis Michel se presentó en el Museo del Louvre –hall Napoleon- entre el 15 de octubre de 2001 y el 14 de enero de 2002.

En España es digna de recordar la denominada  “Goya e Italia” de Joan Sureda (Zaragoza, junio-septiembre 2008).  Y también en Europa,  las posteriores “Renaissance to Goya” de Mark P. McDonald en el British Museum (2012), o la de “L’ange du bizarre” de Côme Fabre y Felix Krämer (Museo d’Orsay y Museo de Frankfort), en 2013.

Por ley natural no confiamos que éste sea de nuevo el caso en la exposición que se nos anuncia ahora para Zaragoza, al menos en lo material y presupuestario, aunque sí es de esperar que tratándose de ilustres profesores de nuestra facultad de letras, la brillantez del proyecto y su puesta en página sean merecedoras de aplauso general en todos los ámbitos. Y que, en efecto, constituya la cima expositiva del año, sobreponiéndose a la apertura de nuevos centros culturales y de manifestaciones y foros de todo tipo que puedan mostrarse a los zaragozanos y sus visitantes, iluminando a cuantos tengan la fortuna de ver la exposición anunciada para abril de 2014, y paladeen el libro-catálogo que, estoy seguro, divulgará  con rigor y meticulosidad  la historia y fondos artísticos, documentales, científicos y filosóficos de tan prestigiosa institución zaragozana.

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“La Infanta” por Goya, 1783 Oleo sobre lienzo, 151,2 x 97,8 cm. Munich, Alte Pinakothek

Por otra parte es sabido que en el Siglo de las Luces éstas no son sólo las del espíritu, sino también las de la vida cotidiana, y que en el mundo de las ciudades europeas y de las clases superiores de la sociedad –es el caso de la zaragozana Sociedad Económica- tanto en el vestido como en el amueblamiento triunfaban los tintes claros y luminosos, los colores alegres, las tonalidades “pastel”, principalmente en la gama de los azules, los rosas, los amarillos y grises. Bien que en España el negro sigue entonces siendo dominante, sin embargo retroceden los tonos marrones, violetas o carmesís, las relaciones oscuras y saturadas y los contrastes violentos de siglos precedentes.  Además de la correcta conservación de las obras de arte, de la iluminación, sus tonos, la humedad y las demás obligadas cuestiones técnicas, ¿se deberían  tener en cuenta esta clase de sutilezas en la puesta en escena de la exposición que nos ocupa?.  Sería preferible y hasta exigible, porque en caso contrario nos limitaremos, una vez más en esta hoy daltónica ciudad, a los consabidos rojos cromatológicamente sin origen conocido, o a la también habitual combinación desajustada del amarillo brillante con azul celeste, desgracia invariante en exposiciones zaragozanas de los últimos años, en una población completamente reñida con el color en la que éste sigue siendo un añadido insalvablemente horrible. A manera de ejemplo, invitamos a ver el Paraninfo de la Universidad, o por poner otro ejemplo mucho más reciente, la fachada adyacente de la Diputación Provincial en la cada día peor tratada Plaza de España. ¿Seguirán siendo los especialistas como Juan Carlos Sanz y Rosa Gallego, o un Michel Pastoureau,  unos perfectos desconocidos por estos lares?.

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Alzado del interior del patio de la casa Zaporta, según Prentice, 1893.

Por último y como causa principal y clave de todo lo dicho hasta aquí, reiterar que por encima de todo se trata de Goya y de obras de Goya, de su correcta conservación, transporte, manipulación y exhibición. Es Goya y en consecuencia son obras de arte de importancia capital, que no pueden ni deben quedar expuestas a ningún tipo de inclemente ligereza. Es de desear que en esta inminente ocasión no se pierdan inútilmente energías ni presupuesto en salvas de vulgar márquetin de cartón piedra estropeando, una vez más, el escaparate y la vecindad del Patio de la Infanta ni proporcionando, como actualmente, una imagen de castiza mercadotecnia, distorsionada, incongruente y provinciana de un monumento ejemplar y esencial para el conocimiento del renacimiento zaragozano. Porque en el espíritu de cuanto decíamos anteriormente y ahora insistimos en ello, también en esta clase de acompañamientos mal entendidos desde siempre las exposiciones han padecido la discordancia entre lo que esperaban de ellas sus visitantes y lo que ellas proponían, o pretendían proponer.  Si bien es cierto que muchas exposiciones –porque no han sido pocas- han sido y están siendo espléndidamente útiles para el mejor conocimiento y difusión de la cultura española, serán ahora ineludibles para una buena función educadora la calidad selectiva y el rigor intelectual. Por tanto, ya no valen manifestaciones fuera de escala, o de foco, o de la realidad y el respeto. En los tiempos que nos ha tocado vivir, a la hora de utilizar un  amplio presupuesto y en la necesidad de explicar nuestro pasado para conocernos, es mandato ineludible el alto nivel de exigencia, la sutileza y la excelencia y, por supuesto, menos descuido frívolo, menos colorines, menos desmesura de formas, menos fusiones incoherentes, menos ocultamientos de la realidad arquitectónica, menos despistes infantiles, menos apuntarse tantos ya registrados, menos carpintería y más cuidar con esmero y devoción el patrimonio de todos.

Gonzalo de Diego

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1 comentario

  1. Se ha demostrado científicamente que el efecto del color sobre las personas influye en gran medida tanto en sus estados anímicos como en su desarrollo físico e intelectual. Estoy seguro que la muestra será un gran “balón de oxígeno” para, como dice nuestro admirado Gonzalo, ‘hoy daltónica ciudad’.
    “De nada sirve ser Luz si no vas a Iluminar el Camino de los demás”.

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