Porque para mí no hay duda de que cuanto Muti habla de la música puede con certeza ser aplicado a las artes en general y a determinada obra de Goya en particular, pues estoy convencido de que este pensamiento pisa el surco de nuestro tiempo, por embarrado que esté, lo mismo que lo hizo en la España de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Y lo digo también por lo que a continuación voy a escribir en un forzado inciso, bien lejos de mi voluntad, para rebajar notoriamente el tono de lo hasta ahora transcrito. Y lo hago recordando a un conocido filósofo español –de cuyo nombre prefiero no acordarme- especializado en la llamada inteligencia emocional, quien con pasmosa rotundidad me dijo hace ya unos años (1997) que el arte, tras Picasso, había muerto. Como diría el gran Alvaro Delgado, al oír aquello quedé estupefacto, mirando el mundo con ojos de gallina. No hubo manera de convencerle de lo contrario y desde aquel momento asistí a su tan convencida como insensible equivocación, con una buena dosis de paciencia y la obligada benevolencia. Aquello me dejó abismado, invadido con un punto de amargura y atónito ante semejante vacío atrevimiento.

Han pasado los años, no menos de diez y ocho, y el personaje sigue brillando aquí y allá en mi país, en actitud de mundanidad con idéntica y atrevida arrogancia pero, al menos, continúa inasequible a la controversia, seguro de sus errores y soberbiamente ensimismado, si se me permite la ironía.

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37 Si sabrá más el discípulo ? (Caprichos)
Aguafuerte, aguatinta y buril
218 x 153 mm.

Otra cosa es, sin embargo lo que en 2016 afirma ese veterano del arte español del XX,   Eduardo Arroyo, cuando rotundamente dice que el arte contemporáneo es una m….. (sic), porque ni es arte ni es nada. Por lo menos éste sí sabe, y muy bien, de lo que habla. Lo suyo no es postureo, no es sobreactuación ni verborrea pedante. No es de los que levantan el meñique para la foto. Este sí entiende a Muti muy bien, porque ha vivido lo mismo en su interior y sabe, como el italiano, que el arte está hoy en espera y porque tiene la permanente duda de que todavía no sabemos cuánto tiempo resistirá.

Ravasi dialoga con Muti y dice: “Me parece muy sugestiva esa idea de la espera de un gran compositor. Lo imagino con un rostro misterioso, del cual se pueden ver, sin embargo, algunos contornos. El primero es la posibilidad de presentar el perfil de un hombre que ha llegado finalmente a la esencialidad absoluta. Un segundo aspecto es el de encontrar un modelo musical, que quizás es muy diferente del siglo XX, pero que de alguna manera procede del desierto, de la tabula rasa del siglo que acaba apenas de terminar.

Es como si, cada cierto tiempo, el hombre tuviera necesidad de herirse y de casi destruirse (y la destrucción de la tradición musical es un evento dramático, no tengo duda acerca de esto) para volver a encontrarse, desnudo, frente al puro Ser. En definitiva, cada espera esconde siempre el deseo de buscar, al nivel más alto, la identidad última, el nodo de oro que mantenga unidos el existir y el sentido, el sentir”.

 

Muti: “En este momento es como si estuviéramos en una curva: no podemos ver delante de nosotros, pero mirando hacia atrás no necesitamos más. Tenemos que esperar, con la certeza de que la gran música (el gran arte, digo yo) nunca viene sólo de la mente del hombre. El adagio del segundo movimiento de la 5ª de Chaikovsky, por ejemplo, es simple, pero está lejos de ser trivial. De hecho, tiene en sí mismo algo que me parece francamente divino. Toda la vida de Mozart, entonces, estuvo atravesada por estos fulgores de belleza absoluta. La música contemporánea (y el arte contemporáneo), en cambio, con todo el dispendio de su complejidad y medios, es como un rio que desemboca en la arena.”

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Autorretrato con gorrilla

Hoy, enero de 2016, creo que nuestro gran Goya, el sordo, hubiera asistido deleitado a este encuentro. Muy posiblemente habría tenido alguna clase de intervención. Es la gran ventaja, es la maravilla de poder escuchar a gente que tiene mucho más que pelo en la cabeza. Gente que no se engaña a sí misma y que intenta, con sencillez pero con audacia creativa, escuchar la música celestial.

 

Gonzalo de Diego