Han pasado veinte años. A las 11 de la mañana del lunes 27 de Marzo de 1995 y en un tresillo del agradable patio acristalado del hotel Trianon Palace Versailles, tres personas toman café y mantienen una agradable conversación. Pierre Gassier, primer especialista mundial en la obra de Francisco de Goya, el editor Jan Martens y Gonzalo de Diego. Francés, belga y español hablan de Goya durante cerca de cuarenta minutos. Martens y de Diego han acudido a Versalles, ciudad de residencia de Gassier.

Jan Martens es director de la editorial Fonds Mercator, fundada por Maurice Naessens en 1968 con sede en Amberes. Una de las grandes editoriales de arte del mundo. Gonzalo de Diego, nacido en la tierra de Goya, colabora con el Fonds Mercator en España y es también el responsable de exposiciones de una caja de ahorros en Zaragoza. Gassier, junto con Juliet Wilson, es el autor del mejor catalogo de Goya existente hasta la fecha.

Preguntan a Gassier si estaría dispuesto a dirigir un equipo multidisciplinar, de primer nivel internacional, que realizase el ansiado y necesario catálogo razonado de la obra de Francisco de Goya. Le relacionan a Gassier la nómina de especialistas que compondrían los distintos equipos de trabajo, que serían supervisados y coordinados bajo la batuta del propio Gassier. Y las circunstancias del mercado internacional del arte y su conocimiento, en ese momento, que recomiendan emprender semejante reto editorial. Un trabajo de no menos de tres años, con varios equipos multidisciplinares, trabajando preferentemente en España.

Gassier agradece la invitación pero declina el ofrecimiento pues, según manifiesta, su salud está mermada de un tiempo a esa parte, con problemas de tipo pulmonar y respiratorio y, además, enfatizará más tarde que a su juicio ese tipo de trabajo “está gafado”. Cuenta que unos años antes la editorial suiza Skira le había hecho un ofrecimiento similar y por distintas vicisitudes que no pormenoriza, el trabajo tuvo que ser abandonado. “Algo hay en Goya y su estudio que está gafado, que no permite que se haga”.

Sus interlocutores tendrán que reordenar el trabajo realizado hasta entonces y estudiar cómo enfocarlo de otra manera. Pero en definitiva no será hasta nueve años más tarde, el viernes 12 de Marzo de 2004, cuando haya una nueva reunión, esta vez en Madrid, con la intención de poner nuevamente en marcha lo que allí se acuerda denominar desde entonces como “Catálogo crítico de la obra completa de Goya” que, bajo la coordinación científica y general de Juan Carrete Parrondo, -entonces director de cultura de la ciudad de Madrid   y anterior director de la Calcografía Nacional-, tendrá como hilo conductor de la obra la cronología. Es decir, que su evidente originalidad residirá en el hecho de que no tendrá divisiones artificiales de las obras de Goya según criterios relacionados con el soporte material, sino que el único criterio organizativo de la obra será el desarrollo en el tiempo y en el espacio creativo de Goya.

 

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Reunión de Madrid.
De izquierda a derecha: Jesusa Vega, Juan Carrete, Nigel Glendinning, Arturo Ansón, José Manuel Matilla y Ronny Gobin.

Para ello se seleccionaron seis personalidades científicas del más alto nivel, que tendrían en el trabajo una responsabilidad colegiada. Se trataba, en esencia, de personalidades eminentes que no estuvieran relacionadas con el mercado de Goya pero sí, y de manera especialmente distinguida, con el mundo académico.

Se formarían dos equipos de investigadores documentalistas, compuestos por dos o tres personas cada uno. El primer equipo tendría su base en Zaragoza (para lo que se solicitó la ayuda y colaboración de Ibercaja en el llamado palacio de Larrinaga) y un segundo equipo con base en Madrid, con la ayuda de la Fundación Carlos de Amberes. Simultáneamente se iniciaba una muy importante realización fotográfica del proyecto que tendría del orden de 2.000 reproducciones, la mayoría de ellas en color.

El estudio sería editado por el Fonds Mercator, que en su prolongada y prestigiosa trayectoria había realizado otros muy importantes catálogos razonados (Memling, Piet Mondrian y René Magritte, entre otros) garantizando un trabajo editorial y científico de primer orden, publicando simultáneamente en las lenguas de mayor difusión internacional y asegurando su correspondiente distribución y difusión mundial.

La obra resultante, estimada en 1950 paginas, en formato de 32,5 x 24,5 cms, sería presentada en tres volúmenes reunidos en un solo estuche, el día 2 de Mayo (fecha muy goyesca) de 2008. El presupuesto, estimado en 1.825.273 euros, fue finalmente imposible de reunir puesto que las instituciones involucradas, por distintas razones que van del silencio administrativo a la imposibilidad material, llevaron a la paralización del proyecto.

 

Un año más tarde, en marzo de 2005 Ibercaja -la primera institución financiera de la tierra de Goya-, asume públicamente su rol de obligado primer promotor cultural de la región aragonesa y anuncia la creación de un llamado “Espacio Goya” que, a la manera real de un museo, reuniría toda la obra de Goya existente en Aragón en un único espacio, en la ciudad de Zaragoza, en el que colaborarían estrechamente el gobierno regional y la citada institución financiera. Se presentó un proyecto muy general y hasta la maqueta del museo, pero todo quedó en nada al cambiar el signo político del gobierno regional en las siguientes elecciones. Mala compañía la política.

 

Desde entonces hasta ahora, nuevo y renovado silencio de casi diez años sobre el asunto (catálogo razonado), sin que ninguna institución ni ningún mecenas hayan recogido el guante de semejante iniciativa. Aunque sí ha habido en los últimos meses muy buenas noticias que hacen renacer la esperanza. Por orden cronológico, el acuerdo entre dos grandes instituciones culturales: el Museo del Prado y CaixaBank, que permite la colaboración a gran escala entre ambas y que irá en beneficio de ambas instituciones y de los muchos visitantes españoles y extranjeros que frecuentarán sus exposiciones conjuntas.

Si esa ya fue una buena noticia, lo ha sido mucho más el acuerdo firmado entre la Fundación Botin y el Museo del Prado, hecho público el 11 de diciembre pasado, mediante el cual, cito literalmente a Elena Viñas en El Confidencial.com:

“Durante los próximos cinco años, la Fundación Botín (del Banco de Santander) y el Museo del Prado redactarán el primer catálogo razonado de los dibujos de Goya, que estará formado por cinco volúmenes, de los que el primero será publicado en 2016.

 

Así lo cuenta la Fundación Botín en un comunicado, en que señala que el proyecto de investigación no solo contempla la catalogación de los dibujos, sino también su estudio y restauración. Hasta ahora, la fuente de documentación que se tomaba como válida era el catálogo razonado elaborado por Pierre Gassier entre 1973 y 1975, cuya información “ha quedado ampliamente superada, aun cuando sigue constituyendo un extraordinario instrumento de trabajo”.

 

La publicación de estos volúmenes contribuirá a la puesta en valor de los dibujos de Goya en lo que se refiere a su conservación, pero también en lo que atañe a la autoría, datación y detalles técnicos.

 

En total serán analizados los 520 dibujos que conserva el Prado junto a los 400 que atesoran otras instituciones como el Rijksmuseum de Amsterdam, el Art Institute de Chicago o el Metropolitan de Nueva York.

 

Está previsto que el primer volumen sea publicado en 2016, el mismo año que ha sido programada una exposición sobre los dibujos en el Centro Botín, que será inaugurado en Santander en 2015. Tres años después, en 2019, el Prado acogerá la misma muestra al tiempo que será presentado el resto del catálogo.

 

El Prado confirma que la coordinación y gestión general del proyecto correrá a cargo de la Fundación Botín, que cifra en 1.700.000 euros el presupuesto, mientras que el museo será la “cabeza pensante” del proyecto al asumir la dirección científica, que liderará José Manuel Matilla, jefe del departamento de dibujos y estampas, y Manuela Mena, jefa del área de conservación de pintura del siglo XVIII y Goya.” (sic)

 

Acertadamente se comienza por los dibujos, que son la esencia del trabajo creativo, y podemos decir que se terminó el gafe. Han transcurrido algo más de diez años años desde la reunión de Madrid y veinte desde la de Versalles y todo hace pensar que se rompe el mal fario que se ha prolongado a lo largo del siglo XX. Felicitémonos al fin, todos los que amamos a Goya, y crucemos los dedos para que nada ni nadie turbe el trabajo que nos anuncian, y pueda llegar a su final el bienaventurado día de 2016 en que lo empiecen a mostrar al mundo. Pierre Gassier desde al más allá, y muchos más desde el más acá (D.m.), nos alegraremos en nuestro fuero interno y daremos vivas al arte y a Francisco de Goya. Así como a todos los que lo hayan hecho posible. Y daremos las gracias en calidad de ciudadanos agradecidos por ser culturalmente redimidos, porque los pueblos que desconocen su pasado difícilmente entienden el presente y porque, en consecuencia, tienen graves dificultades para preparar su futuro. De ahí los balsámicos efectos de la cultura, sobre todo en países que, como España, quizás por un exceso de patrimonio son tan ignorantes de lo suyo.

Pero aún queda algo más. Me refiero al estudio de los cartones para tapices de Goya que actualmente se exhiben en una exposición del propio Museo del Prado y en cuyo estudio sus comisarias (Manuela Mena y Gudrun Maurer) los consideran como “uno de los conjuntos más importantes y decisivos para el entendimiento de sus ideas y de la evolución de su arte”. (sic). La novedosa lectura que proponen reúne los cartones de Goya por temas confrontándolos entre sí, pero también con obras de contemporáneos y de predecesores como Tiziano, Rubens o Velázquez.

Así pues, fuera de los Museos de Amsterdam, Chicago, Nueva York o Boston; fuera de Madrid con su Museo de la Academia y Calcografía; fuera, sobre todo y sobre todos del Museo del Prado, salvo el más que meritorio acuerdo de colaboración entre CaixaBank y el Museo del Prado, que es propiedad de todos los españoles, prácticamente no queda nada digno de señalar. Aunque les pese a algunas mal dirigidas Instituciones que, a estas alturas del calendario, todavía están por alcanzar un prestigio cierto en el estudio y el tratamiento de la figura y la obra de Goya.

Dicho de otro modo, podemos concluir que 2015 indica que algo verdaderamente serio se mueve en lo que a Goya concierne en el Museo del Prado, lo que equivale a decir en todo el mundo de Goya. Que Goya empieza a aparecer por entre bambalinas para iluminar la razón del arte y que tenemos que felicitarnos por ello. De manera que a su imagen y semejanza lo ideal, lo perfecto sería que en otros lugares se animasen de una vez a ser serios en la vida, y a no seguir postergando a Goya obligándole una vez más a ceder el paso, a estas alturas, en beneficio de populismos baratos, de iniciativas alicortas de mentalidad agropecuaria, y en definitiva a marginales y manidas improvisaciones provincianas del quiero y no puedo.

Mejor no citar a nadie por su nombre, pero también será mejor no olvidar, nunca, que Goya no es patrimonio de coleccionistas ni de supuestos eruditos especialistas en el más lamentable y mediocre adanismo, sino de todo el mundo, de la humanidad entera. Señores responsables, recuerden a Maquiavelo: “Todos ven lo que tú pareces; pocos sienten lo que tú eres” y déjense aconsejar de una vez por quienes está probado que saben y no por quienes dicen que saben. Aunque sólo sea por contaminación del espíritu del tiempo, por influencia indirecta (percolation), aprendan de una vez a copiar lo digno de ser copiado y a no ser marginales. Tampoco es complicado.

 

Gonzalo de Diego

Zaragoza, 29 de enero de 2015