En el 1600 de la 21st Street de Washington, un  hermoso hotel en ladrillo rojo alberga, en la antigua residencia  familiar, la colección artística de Marjorie y Duncan Phillips.  Es la sede de la que se conoce como The Phillips Collection, excelente museo y colección conocida por el ancho mundo. Entre sus ochenta y tantas obras maestras más conocidas figuran piezas de El Greco (san Pedro penitente), o del mismo Goya (con igual asunto de san Pedro penitente). El museo exhibe también otras maravillas como una, salida de la mano de  Picasso ( La habitación azul, The Blue Room). Se trata de un oleo sobre lienzo de 50,6 x 61,6 cm. adquirido por los Phillips en 1927.

 La habitación azul de Pablo Picasso

La Habitación Azul. Pablo Picasso, 1901 Oleo sobre lienzo. 50,6 x 61,6 cm Phillips Collection . Washington

Este cuadro, pintado por Picasso en su taller del parisino Boulevard de Clichy a finales de 1901, está también inspirado en un  pastel de la misma colección (el Degas Tras el Baño), y oculta una pintura previa según hemos sabido hace escasamente unos días. La picassiana  Habitación Azul representa una amalgama de estilos y elementos artísticos y subyace en ella la presencia de un Picasso que como voyeur subrepticio observa a su modelo, tal y como canónicamente hace Degas con su modelo en Tras el Baño. Un tema al que Picasso regresará una y otra vez a lo largo de su vida.

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Personaje desconocido oculto bajo la pintura “La Habitación Azul”

Según informa el 17 de junio pasado desde Washington Brett Zongker, de Associated Press, científicos y expertos en arte han encontrado esta pintura oculta debajo de una de las primeras obras maestras de Pablo Picasso, La Habitación Azul (The Blue Room) utilizando los últimos avances en imágenes infrarrojas que revelan el retrato de un hombre con la cara apoyada en su mano, con chaqueta y corbata y con tres anillos en sus dedos.  La pregunta ahora es saber ¿De quién se trata?. De momento es un misterio. Se sabe que es una pintura de los inicios de la carrera de Picasso, en París, en el comienzo de su período azul, caracterizado por temas melancólicos. Y que a lo largo de los últimos cinco años, expertos de la Phillips Collection, de la National Gallery of Art, de la Universidad de Cornell y del Delawares Winterthur Museum han llegado a desarrollar una imagen más clara de este misterioso personaje oculto bajo la superficie del cuadro. De modo que la conservadora de la Phillips, Patricia Favero,  ha estado colaborando con otros expertos para analizar la pintura con tecnología de imágen multiespectral y escaneo de fluorescencia de rayos x, para intentar identificar los colores de la pintura oculta. Por ahora la investigación continúa, en medio de una operación casi detectivesca, mientras el cuadro está realizando una itinerancia por Corea del Sur hasta principios de 2015.  Se trata de una cuestión seria, razonable y muy bien planteada y sometida a rigurosa investigación.

Otra cosa bien distinta es lo que ha salido a la luz recientemente respecto a la compra de un goya de 1783 por parte del gobierno regional aragonés (DGA) en España y de la primera institución financiera de la región (Ibercaja), quienes a finales de 2006, con mucho cariño compraron conjuntamente el retrato de Don Luis María de Borbón y Vallabriga. Un retrato que oculta algo que no es, por cierto, otro cuadro. Lo que queda oculto para el contribuyente es averiguar por qué una pintura cuyo valor de mercado no superaba ni de lejos los dos millones de euros fue comprada por cinco veces más, es decir, diez millones de euros. Cuál es la razón última de semejante barbaridad.  Si bien es cierto que “todo necio confunde valor y precio”, basta analizar mínimamente una compra tan espectral como incomprensible para el común, para empezar a hacerse preguntas de manera torrencial: esta ha sido una actuación única pues que se sepa no ha tenido continuidad ¿o sí?. ¿Hay, por tanto, planificación? Si no es así, como parece, ¿a qué responde verdaderamente este comportamiento?. ¿Manejamos tanto dinero que hay que hacer algo que lo justifique? ¿Es eso?. Y, de repente, a alguien “se le ocurre” que como estamos en la tierra de Goya…. Vamos a usar a Goya –una vez más- para hacer ver que hacemos algo, que el nombre de Goya siempre adorna mucho y a la gente la  tranquiliza/anestesia. No es por tanto un retrato oculto, como en el  Picasso, sino que se trata de un retrato que oculta algo. Oculta que una fundación PLAZA (Plataforma Logística de Zaragoza) financiada por el consejo de administración de esa plataforma logística (sic) tiene el dinero suficiente, mucho, perfectamente dispuesto para gastarlo de manera tan ilógica como precipitada, hasta el punto de que la asociación Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés (APUDEPA) presentó una denuncia ante la fiscalía por “un presunto delito de malversación de caudales públicos”. A esta compra la citada Fundación Plaza la incluye, eufemísticamente, en el por entonces en boga proyecto de “responsabilidad social corporativa” . ¿Divertido, verdad?. Ya decía el propio Goya que “en acordándome de Zaragoza, me quemo vivo”. Pues dos siglos y medio después las cosas no han cambiado mucho.

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Don Luis María de Borbón y Vallabriga Oleo sobre lienzo.  130 x 116 cm. Francisco de Goya, 1783

Si los mal formados administradores responsables (¿) de tal fundación utilizan de este modo un dinero que no es suyo, habrá que convenir que el altruismo , que según define la RAE consiste en la “diligencia en procurar el bien ajeno aún a costa del propio”, es una quimera para esta gente. Desde luego son cualquier cosa menos altruistas, lo que ruboriza a todo ciudadano decente. Porque  esta clase de usos y costumbres, actualmente y por fortuna bajo la atenta y vigilante mirada de la Justicia, suponen sin duda la irresponsabilidad, la desmedida ambición personal y la falta de sentido del Estado de unos sectores desgraciadamente habituados al trato de privilegio. Pero hoy en España, y a sus efectos nos remitimos, los ciudadanos están en manos de idólatras del dinero, al que han puesto en el centro de sus vidas. Y así se entiende mucho mejor que si en el Ranking Shanghai, el más prestigioso del mundo en la clasificación de las primeras 500 universidades, hay que bajar al puesto 200 para encontrar a una española, la Universidad Autónoma de Madrid; entre las primeras 400 hay sólo cinco españolas, pero por desgracia la universidad de la tierra de Goya no está entre esas 400. No es de extrañar, en consecuencia, la falta de responsabilidad social y la ausencia de criterios morales de una clase dirigente (¡!) en una sociedad a la que se toma el pelo con toda naturalidad, y a la que se niega sistemáticamente toda clase de explicación.

El cuadro al que nos referimos es un retrato complaciente pero amanerado, empalagoso, blando y poco brillante y quizás está de más, por innecesario, para aumentar la nómina de goyas en la ciudad natal de Goya, Zaragoza, que ya cuenta con magníficos ejemplos de retratos, como el del Duque de San Carlos (Canal Imperial de Aragón) y el de Don Félix de Azara (Ibercaja). Si bien es cierto que el retratado don Luis María de Borbón y Vallabriga   es hijo de la zaragozana María Teresa de Vallabriga, esposa que fue del Infante don Luis de Borbón y que llegaría a ser cardenal de la iglesia católica  y en tal condición retratado brillantemente, esta vez sí, por un Goya más maduro. No es este, en conclusión, un cuadro ni siquiera necesario en Aragón; había, y hay, otros mejores en calidad y significación y que podían haber sido comprados por muchísimo menos dinero. De eso no hay ninguna duda. Pero montado así el asunto, se entra en la mecánica habitual de esta muy particular clase de mecenazgo: aparecen agentes comerciales y aunque algunos lo deploren, el desarrollo del mecenazgo entraña la creación de una suerte de “mercado” con una oferta y una demanda. Habitualmente, los ofertantes y los demandantes prefieren entrar directamente en contacto, sin ningún intermediario. Ocultarse. Debe ser éste  el caso, en el que tampoco parece que hayan intervenido, por la parte compradora, verdaderos expertos ni en la obra de Goya, ni en sus precios de mercado, ni en la realización de compras de esta envergadura, con lo que podríamos concluir que todo apunta a un acto fallido, llamativamente oculto y más que digno de ser aclarado.

¿Qué podemos hacer nosotros, simples contribuyentes que presenciamos, con ojos de gallina, una España destrozada y en la que la lentitud de nuestra Justicia llega siempre con retraso?. Aunque llegue. Siempre tenemos el consuelo de recordar a nuestros mayores, a nuestros maestros y a la gente digna y decente, muchísima, que ha habido y todavía sigue habiendo en España:

El profesor Julián Gállego en  su excelente libro El Pintor de Artesano a Artista (Universidad de Granada, España, 1976 )  ilustra sobre la nobleza e ingenuidad de la pintura y ofrece algunas de las variadas maneras de mostrar un cuadro e, incluso, de ocultamientos y otras visiones subrepticias de la pintura. Por otra parte, el profesor Gállego también cita a Palomino en su tratado sobre la teórica y la “práctica” de la pintura (1715), que en un maravilloso exabrupto,  asegura que “no escribe para los varones, doctos y eruditos, que la conocen (la Pintura) y ensalzan, ni para los heroicos príncipes y caballeros, que la ilustran, la honran y apadrinan; pues para los unos sería ofensa suponerles tibios en el conocimiento de una verdad tan constante; y para los otros sería agravio persuadirles de un supuesto evidente: sino para un cierto, indiscreto vulgo que teniendo por ultraje saber algo, hace razón de estado el ignorarlo todo; revestido de una caballería fantástica, forjando de la ignorancia, el ocio y el vicio los blasones de su nobleza. ¡Raro linaje de bárbaros! Hinchados con la soberbia de una vana prosperidad, siendo mudo argumento de una fortuna ciega y tácita reprensión de un hado injusto, mirando con menosprecio a los artífices y hombres eruditos, llenos de ciencia y experiencia, sin tener ellos más ornato que leer mal y escribir peor: mas para estos en vano es disputarlo; porque ni ellos han de leerlo, ni su aprobación ha de ilustrarlo, como ni su desprecio abatirlo…..”

Así pues, la cuestión es vieja como el mundo y la ilustra también el propio Goya en el capricho 38 Brabísimo!, en el que proclama que hay mecenazgos que se prestan sólo por fatuidad.

real goya

38. Brabísimo! Aguafuerte, aguatinta bruñida y punta seca. 219 x 152 mm

Si por último consideramos un cuadro como algo tangible y, no sólo eso, sino también como algo intangible, merece por ello  extraordinario respeto y no puede o no debe ser alterado o dañado, como ejemplarmente demuestra la Phillips Collection. A pesar de todo lo anterior queremos ser caritativos, y para ello recordaremos para terminar al  ilustrado Jovellanos, que en su Elogio de las Bellas Artes se preguntaba:

“Quién es éste, dirán, que desde el foro viene a consagrar su estéril y desaliñada elocuencia a un objeto tan nuevo para él y peregrino?  Y, a la verdad, señores, ¿qué hay de común entre los serios y profundos estudios de un magistrado y el sublime y delicado conocimiento de las bellas artes?”

Gonzalo de Diego